Ahora, justo ahora, descansé el escrito porque me estaba mordiendo una picadura de zancudo. Le quité a mi piel todo ese veneno que me hace romper la piel en las noches, porque mis manos incoscientes se despojan de toda racionalidad y urden en rascar y rascar hasta sangrar. Así soy yo, pero esta vez, no me resulta contigo. No he podido despojarte de la miserable vida que he llevado hasta al momento y que me trae sorpresas tan agradables.
Hoy tengo un rehabilitante, me está rehabilitando, pero tenías que aparecer, tenías que demostrarle todo nuestro pasado subyugado en una despedida. Tenías que dejarle en claro que vos me llamás y yo voy, tenías que dejarle en claro que él es sólo un rehabilitante. Y sin embargo, yo buscaré todos los modos para que me rehabilite y yo a él, porque él está como yo, porque él adolesce tanto como yo, y yo lo quiero, aunque espero nunca decírselo, para que lo sienta y no se pierda en la palabra, sino que se avive en la acción.
Espero que aquel encuentro sea el último encuentro, no verte más para así tenerte sólo como recuerdo. Un abrazo turbio, acojido taciturnamente por tí, que me dejó toda una noche con mi estómago tiritando, enamorada de algo que nunca fue pero que hubiera sido para siempre y creo que lo disfruté como si fuera la última vez...pero siempre hay algo que me dice que no habrá última vez. Sólo cuando dejes de ser cobarde nos veremos las caras sin máscaras y recién ahí sabremos. Hasta el tanto...hasta el tanto nada, tengo cosas pendientes con mi vida.